EL VÍNCULO
Los descubrimientos que a lo largo del siglo pasado han ido desarrollando los físicos cuánticos, han logrado acercar las postulaciones científicas a la filosofía e incluso a las tradiciones orales de muchos de los pueblos más antiguos de la Humanidad.
Heisenberg descubrió que las partículas subatómicas, las que dan consistencia a la materia (es decir a tu cuerpo y al mío), además de no ser nada definibles, tampoco se mantienen iguales en ningún momento. ¿Te das cuenta? ¿No has podido comprobar innumerables veces que tú no correspondes a ningún patrón definido? ¿Que no estás ni física ni mental ni emocionalmente de la misma manera a lo largo del día o incluso a lo largo de una hora? Y sin embargo seguimos empeñad@s en no cambiar, en que las cosas, las personas, las creencias o las situaciones sigan siendo siempre igual, que no haya variaciones, que todo permanezca en la misma idea que yo había preconcebido anteriormente para asegurarme así la estabilidad y con ello mi propia seguridad.
Más tarde, Niels Bohr descubrió que, una vez que dos partículas subatómicas entran en contacto, estarán siempre unidas, más allá del tiempo, del espacio o la distancia, incluso a pesar de la ausencia de fuerza o energía. Cuando las partículas están enredadas, las acciones de una influirán en la otra (como l@s gemel@s siames@s) ya sea en el mismo sentido o en el sentido opuesto. De nuevo, algo para reflexionar: aunque lo intentes nunca podrás separarte de aquellas personas con las que has interactuado, tanto si tu experiencia ha sido positiva como si ha sido negativa para con ellas. Lo que os suceda a cada una de vosotras, influirá instantáneamente en la otra persona, de forma idéntica u opuesta; así que estaría bien que pensáramos antes de actuar porque tal y como demuestra la física cuántica o tal y como nos cuentan las Leyes del universo, lo que hagas te será devuelto.
También se dieron cuenta de que las partículas enredadas entran a menudo en un estado de “coherencia” en el que pierden su individualidad y se comportan como una onda gigante. Aunque las partículas subatómicas individuales sí mantienen cierta individualidad (como los músicos de una orquesta), todo intento de separarlas es inútil, pues cualquier cosa que le suceda a una de ellas, afectará al conjunto y cualquier acción que realice una de ellas estará dirigida por el grupo. Es por ello que los seres humanos, tanto en conjunto como a nivel individual, somos fácilmente influenciables. También es por ello, que el hombre es social de una forma innata y que necesita de sus semejantes para desarrollar su vida de una forma armónica y saludable.
El vínculo invisible
Todo esto es suficiente para demostrarnos que entre tú y yo existe un vínculo invisible que nos mantendrá unid@s más allá de esta pantalla. Así podemos explicar fenómenos como la solidaridad o la ayuda al prójimo se convierte en un deseo tan gratificante, que llega incluso a ser necesario para nuestra vida. Tod@s nosotr@s hemos ayudado a alguien en alguna ocasión y más allá de lo que haya ocurrido después, el acto en sí nos ha producido tanto placer como una buena comida o un buen orgasmo. Ese vínculo nos mantiene unid@s a tí y a mí, también con aquellas personas que nos han hecho daño o con aquellas a las que hemos dañado nosotr@s. Por ello, los conflictos que surjan entre nosotr@s, podrán resolverse si ambas partes tomamos conciencia y abrazamos ese vínculo que nos mantiene unid@s. Las relaciones han de cuidarse por ambas partes, de nada sirve que una parte de mucho y la otra nada, han de estar medianamente equilibradas tanto en el dar como en el recibir, en el cuidar como en el dejarse cuidar.
Nacid@s para dar
Hemos nacido para dar y lo demostramos constantemente, en un saludo, en una mirada, en una sonrisa o en un gesto amable. No solamente damos algo material, también nos damos nosotr@s mism@s cuando abrimos nuestro corazón, cuando cuidamos al otro, cuando amamos o engendramos una nueva vida. Toda nuestra vida está hecha para dar porque de esta forma también recibimos.
Tod@s estamos relacionad@s, lo cual abre una puerta preciosa y luminosa a la esperanza, a la ilusión de creer en los valores humanos (que están por encima de cualquier compromiso social), a la capacidad que tenemos de perdonar y volver a empezar. A mí me alegra inmensamente pensar en este vínculo, porque me hace recordar el lugar de donde venimos y al que, en algún momento, retornaremos. Me hace abrazar el sueño de reencontrarme con mi familia cósmica, de sentir que, tal vez, algún@ de ell@s ya estén aquí, de saber que sí, que algún@ me voy encontrando en mi Camino y de que, entre tod@s podemos traer el cielo a la Tierra.
Honrando a nuestr@s ancestr@s
Mis ojos también se iluminan al pensar en este maravilloso vínculo porque a través de él sé que mis ancestr@s permanecen unid@s a mí de alguna forma que está por encima de la sangre, sino que más bien, tiene que ver con las relaciones, con el compartir, con la unión de momentos, de sonrisas, de experiencias. Ahora recuerdo los cuentos y las anécdotas de mi abuela, recuerdo sus manos al abrazarme y el brillo en sus ojos al recordar a sus abuel@s. Ahora sé que ell@s también viven en este instante en mí de una forma mágica, que están en mis células y en mi corazón aunque nunca l@s haya visto. Ahora entiendo más mis sueños, mis visiones y mis reencarnaciones. Ahora sé que nunca podré separarme de tí porque todo mi miedo es azul.
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