¿QUIÉN ERES TÚ?
Si yo te hiciera esta pregunta en este momento, estoy segura de tu respuesta: “Yo soy… (me dirías tu nombre)”. Así nos han enseñado a presentarnos, a responder a la incertidumbre que tiene el otro sobre mí, a pasar esa primera criba de la presentación, fría, tradicional y sin ningún tipo de pasión o interés en ella, a identificarnos con un nombre que ni siquiera hemos elegido.
La segunda característica que diríamos de nosotr@s sería la edad (dependiendo la edad que se tiene en el momento) y la profesión o los estudios que realizamos en la actualidad; dando por hecho que una persona que trabaje en una cadena de montaje de coches, describe todo su mundo, su personalidad, sus sueños o sus ideales a través de la cantidad de tornillos que aprieta en el día; o dando por hecho que un adolescente explica lo que está estudiando para ser algo dentro de unos años, como si ahora, no fuera nada porque no tiene trabajo.
Luego hablamos del lugar donde vivimos, si tenemos hij@s , en fin…. que llegamos a este punto y con suerte, si no estamos much@s en la conversación, cuando hayamos terminado tod@s de presentarnos, como mucho, quizás pueda recordar tu nombre.
La forma que tienes de presentarte está muy relacionada con tu autoestima, con la visión que tienes de tí mism@, con tus valores, con tu timidez o fluidez, con tu seguridad, con tu confianza, con tu luz y con tu sombra. Es la manera que tienes de abrir una ventana en la mañana, la forma en la que vives, dónde te escondes, cómo eres. Sin darnos cuenta, nuestra presentación es una nueva oportunidad, una manera diferente de hacer las cosas, pero seguimos presentándonos igual una y otra vez. En tu presentación se puede apreciar si eres coherente, si eres feliz, tus aficiones… pero con una presentación así, no llegaré a descubrir cómo te sientes o quién eres.
Algo que se ha hecho muy popular, es presentar nuestros logros externos como un sinónimo de nuestra valía personal. Es algo muy normal y también saludable, pues también admiramos y valoramos los logros de los demás; sin embargo, conseguir esos logros no es lo valioso para mí, para mí lo realmente importante es la práctica interna que he tenido que desarrollar, superar o conquistar para llegar a conseguir el resultado deseado.
LO QUE NO SOY
Se ha hecho célebre una frase que decimos (como tantas otras) sin ningún tipo de Presencia, ni de consciencia: SOMOS LO QUE COMEMOS, del filósofo y antropólogo Ludwig Feuerbach , pero si de algo estoy segura, es de que yo no soy mi trabajo, ni mi edad, ni siquiera mi nombre y por supuesto, no soy lo que como o lo que pienso o cómo visto. Seguramente lo que soy o quién soy no lo descubriré en toda mi vida en la Tierra, pero una de las facetas que he venido a desarrollar aquí es ésta, descubrir quién soy.
Estamos demasiado acostumbrarnos a identificarnos con la materia, con lo tangible, olvidando nuestra parte más sutil, la que nos conecta con nuestro Espíritu. Como muy bien describe Emilio Carrillo en sus charlas, somos un conductor y un coche. El coche es nuestro cuerpo, al que cuidamos limpiándolo, echándole gasolina, cambiándole las ruedas… El conductor somos nosotr@s. Podemos cambiar de coche (de hecho para él, cambiamos de coche cada vez que encarnamos, por ello vamos cambiando de cuerpo una y otra vez) no obstante el conductor sigue siendo el mismo. Existe una relación importante entre coche y conductor, pero quien conduce somos tú y yo; de momento, el coche por sí solo no puede llegar a ninguna parte, tampoco abastecerse ni mimarse, precisa del conductor; sin embargo seguimos centrándonos en la marca del vehículo, en su color, en cuánto brilla, entregándole así, nuestra dicha o la mejor forma de seguir dormid@s.
Si llegados a este punto, tienes más claro lo que NO ERES para mí tendrá significado este artículo; aunque nos quede por descubrir lo más bonito: quiénes somos.
AHONDANDO UN POCO MÁS
Cuanto más profundizo e investigo, más claro tengo que la raza humana no existe, sino que somos una unión de muchas razas estelares; por lo tanto también voy sintiendo más fuerte dentro de mí que tod@s l@s terrícolas llegamos de alguna estrella de las que vemos (o creemos ver) en la oscuridad de la noche. Siento que aterrizamos en este planeta con el objeto de vivir la tercera dimensión, de experimentar una vivencia, una idea futura, de recordar nuestros dones, de hacer comunidad, para volver al origen.
Venimos de planos elevados, por ello nos cuesta tanto en determinadas ocasiones estar en la Tierra, porque sabemos que existe una vida más amorosa, más fraterna, más fácil. Llegamos olvidando porque de lo contrario no podríamos adaptarnos a esta vida. Este plano es muy denso y a veces, nos cuesta transitarlo, por ello es importante MEDITAR porque nos ayuda a conectarnos con la vibración de la Fuente Divina, con nuestro verdadero hogar, con nuestra familia. También es importante crear tribu, rodearte de personas que vibren como tú o parecido a tí, porque al hacerlo, se elevará tu vibración y te acercará un poco más al origen.
Ver la televisión nos encierra más en esta matrix en la que creemos vivir y nos aleja de nuestro poder personal. No te creas todo lo que ves, ni lo que leas. No creas nada de este artículo, experiméntalo por tí mism@, descubre tu verdad a tu ritmo y cuando alguien te pregunte quién eres, responde con coherencia, habiéndolo pensado y sintiendo antes, responde con la Energía que habita en tu corazón (ahí reside la verdad) piensen lo que piensen los demás, sé fiel a tí mism@.
¿QUIÉN SOY YO?
Ahora soy una mujer, cuyo nombre es Celeste, y aunque no soy mi nombre, soy celeste.
El saludo Maya era IN LAK’ECH que significa YO SOY OTRO TÚ, a lo que respondían HALA KEN que significa TU ERES OTRO YO.
Con todo mi Amor y con el propósito de que te sirva.
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